Elefantes asiáticos. ¿Es una buena idea visitarlos?

Cuando pensamos en Tailandia, además de pensar en su cultura e imaginarnos recorriendo templos, visitando budas y soñar con un maravilloso bronceado en alguna playa paradisiaca del sur del país, a muchos nos pasa por la cabeza la imagen de un enorme animal cuyo significado para la cultura tailandesa va más allá de lo que imaginamos: el elefante asiático.

Para los tailandeses el elefante es un símbolo nacional, es un animal sagrado y venerado, representante de la realeza y símbolo de la prosperidad. Sin embargo, los elefantes asiáticos, a diferencia de los africanos, han sido domesticados desde hace miles de año, siendo utilizados como animal de transporte, de trabajo y carga pesada. Hoy en día estos paquidermos son aún utilizados como animales de carga menor y muchos de ellos objeto de explotación y maltrato por parte de la industria del turismo, encontrándose, además, en peligro de extinción. Según la FAADA (Fundación para el Asesoramiento y acción en Defesa de los Animales) en 2017 por cada 20 elefantes africanos quedaba 1 asiático.

Elefantes asiáticos de Chiang Mai en plena naturaleza

Conociendo toda esta información es imposible no cuestionarse entonces si incluir o no una visita a estos amiguitos gigantes en nuestro paso por Tailandia. Sé que este es un tema bastante polémico, hay quienes aconsejan hacer este tipo de visitas sin ningún problema, hay quienes rotundamente están en contra de cualquier actividad con ellos y otros quienes, como yo, aconsejamos hacerlo teniendo mucho cuidado de a dónde vamos y cómo lo hacemos. Yo no quiero entrar en la polémica, porque considero que, como viajeros responsables, todos tenemos la tarea de investigar y tomas nuestras propias decisiones desde el conocimiento de lo que nuestros actos implican para los animales, el medio ambiente y el planeta en general. Sin embargo, quiero contar mi experiencia porque quizá si a alguien le surge la pregunta pueda tener un poco más de información para decidir.

Debo decir que los elefantes son uno de los animales que más admiro y amo, estar en contacto con ellos me hace siempre mucha ilusión. Ya había tenido la oportunidad de maravillarme con la imponente presencia de sus primos africanos, viéndolos en su hábitat natural y salvaje y tenía muchas ganas de conocer a los parientes asiáticos, a quienes sí podría acercarme un poco, sin peligro a ser aplastada. Pase mucho tiempo de la planificación de este viaje leyendo, investigando, dudando y convenciéndome de si vivir esta experiencia era buena idea o no.

Elefante Africano en medio del Parque Nacional Kruger – 2019

En ese sentido, revisé las páginas de instituciones de protección a los animales, así como fundaciones de apoyo a los elefantes y estuve muy atenta a lo que ellos recomendaban. También, busqué las listas de lugares que estaban en el top de santuarios, investigué de qué manera llegan los elefantes a los lugares turísticos, y leí sobre lo complicado de la situación a la que estos animales se enfrentan y también sobre la relación tan estrecha y de por vida que tiene con sus Mahouts o cuidadores.

Entendí como es que pasan de estar en libertad a hacer trabajos forzados y luego a gastar sus días en las calles o los circos. Los elefantes en Tailandia han sido por años el soporte de la construcción de las ciudades, su domesticación mediante el Pajaan (un proceso sumamente cruel que significa romperles el alma) los ha convertido en animales dóciles. Con un decreto real en 1989 se prohíbe los trabajos forzados para los elefantes y entonces estos y sus Mahouts se encontraron sin la posibilidad de obtener recursos para alimentarse y terminaron trasladándose a las grandes ciudades. Entendí además por qué la idea de que estos animales vuelvan a la naturaleza y vivan en libertad plena y estado salvaje actualmente es imposible.

Mamá elefante disfrutando del agua en un riachuelo

La decisión, luego de toda mi investigación, fue que sí iba a hacerlo, pero de la manera más respetuosa posible. Decidí descartar de la lista de opciones aquellos lugares que los tuvieran en un ambiente no adecuado (la ciudad o la playa), que ofrecieran actividades como montarlos, verlos haciendo algún espectáculo circense, pasar largas horas con ellos o cualquier actividad en la que evidentemente sean ellos los que se pongan al servicio del turista y no al revés.

Había leído muchas recomendaciones sobre un lugar muy famoso y uno de los más costosos, sin embargo, me encontré con que en el 2018 la FAADA había dejado de recomendarlo por la excesiva exposición con los turistas que les habían comenzado a dar, así que también lo descarté. Seguí buscando opciones, consultando experiencias en google y con amigos y amigas y finalmente me decidí por un santuario en Chiang Mai, con apenas 4 elefantes a su cargo (3 adultos y un pequeñín) y su propia granja, aislada de la ciudad. Estando allí sentí que estuvimos todo el tiempo respetando a estos gigantes a los que acompañamos por cerca de medio día en sus actividades diarias.

El pequeño elefante de la manada revolcándose en el lodo

El lugar se encuentra a unas dos horas de la ciudad en medio de la naturaleza, cuenta con varias hectáreas de terreno donde los elefantes caminan libremente entre los árboles siendo ellos mismos, mientras nosotros, los turistas (que éramos solo 3), los seguimos a una distancia adecuada para respetar sus tiempos y espacios. Tuvimos algunas oportunidades de estar muy cerquita a ellos pero fueron mínimas, los vimos alimentarse en la naturaleza, mojarse en el riachuelo que pasa por la propiedad, revolcarse en el lodo. Solo al final de la experiencia y por un tiempo muy corto nos acercamos a ellos para darles de comer algunas bananas y para exfoliarles su dura piel con barro en una especie de estanque, un poco asquerosa la experiencia para mí la verdad, ya que no sabes si lo que pisas es lodo o excremento de elefante.

Para mí la mejor parte fue acompañarlos a bañarse en una pequeña catarata que se encuentra dentro de la granja, mientras ellos se arrojaban al lomo el agua que absorbían con sus trompas. La verdad fui muy feliz en ese momento, hoy más que nunca soy consciente de que estos animales han sido y siguen siendo lastimados, explotados y utilizados para múltiples beneficios del hombre. Ver a estos 4 elefantes en este ambiente natural y qué, aunque no es lo ideal su condición de cautiverio, se encuentran en un lugar en el que no nos permiten hacer nada que los perjudique y en donde les pueden dar algo de calidad de vida me dio tranquilidad.

No soy quién para decirles que hagan o no hagan algo en sus viajes. Tampoco pongo nombre de santuarios en este post porque no es mi intención recomendarles hacerlo con tal o cual empresa y porque tampoco estoy 100% segura de que el lugar que visité realmente sea el mejor lugar. Sin embargo, solo puedo decirles que desde mi opinión sí puede ser una buena idea visitar a estos maravillosos seres de la naturaleza, si así lo deseamos, pero si se preocupan por lo que pase con ellos, traten de hacer su propia investigación para que en lo posible encuentren una alternativa que ofrezcas un trato lo más respetuoso posible para con ellos. Soy de la idea que nuestra visita a los santuarios, los verdaderos, aporta mucho a la sostenibilidad de estos animales que lamentablemente no tienen otra opción que “trabajar” para vivir, dejarlos en libertad no es una opción, pero tratemos de invertir nuestro dinero en el mejor lugar posible y sintamos que les retribuimos un poquito de la felicidad que nos darán al permitirnos tenerlos tan cerca.

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